sábado, mayo 26, 2007

* *

La ignorància és l'observació del món
amb dos ulls de vidre.

Rufí

viernes, mayo 25, 2007

Comunicando II

Me despierto andando descalzo en la sucia cera de la calle,
la calle de una ciudad de edificios altos que me ensombrecen.
Y a pesar del sol
y del sudor que me recorre la nuca,
tengo frío
frío como el sonido del móvil que me asusta
y que encuentro en uno de mis bolsillos:
-¿Quién es?
-¿Cómo que quién es? ¿Quién coño eres tú que me has llamado más de veinte veces durante toda la puta noche?
-¿Que quién soy yo? No lo sé. Sólo sé que me llamo Miguel y no recuerdo nada más.
-Pues eres imbécil Miguel.
-Pues ya sé dos cosas de mi ¿Y porqué soy imbécil?
-Porque no me has dejado dormir en toda la noche.

jueves, mayo 24, 2007

La cita

Cuando se encontraron le dio un beso, pero quedó muy claro que no le apetecía, porque pronto se apartó ágilmente y lo abrazó con fuerza, como un boxeador que se arrima a su contrincante para no recibir más golpes.

Rufí

lunes, mayo 21, 2007

Lupa

El futur sempre hi és però l'ull humà no el veu fins que s'hi apropa tant que ja no és el futur sinó el present.

Rufí

viernes, mayo 18, 2007

Caníbal

Cuando comía se le pegaban trozos de carne cruda entre los dientes que le prolongaban las encías.

Rufí

miércoles, mayo 16, 2007

Tengo prisa, señora

Me acercaba a la estación cuando vi que mi tren llegaba. No soporté la idea de tener que esperar al siguiente, así que corrí cuánto pude a riesgo de torcerme el tobillo en alguno de los irregulares adoquines de la plaza. Puse la tarjeta en la máquina de acceso. Entró a cámara lenta y cuando pensaba que se la había tragado para siempre, aquel trasto odioso carraspeó y la escupió. Entré en la estación tan escopeteado que uno de los perros de vigilancia se abalanzó sobre mi pierna derecha. No me la arrancó porqué llevaba bozal pero en momentos de espanto todavía oigo sus ladridos enlatados. El tren ya había entrado en la estación y todavía tenía que cruzar a la otra vía por un pasadizo subterráneo. Lo crucé y subí los escalones de tres en tres. Los pasajeros que habían salido del tren bajaban por la misma escalera. Esquivé con facilidad a dos jóvenes y a una señora que me estaba pidiendo ayuda para bajar un cochecito con un bebé. Pude balbucear, ¡no puedo señora ¡tengo prisa! Al llegar a la altura del andén giré a la derecha y choqué de frente con un hombre. Ahora diría que era como mi tío Braulio, regordete, cabezón y bigotudo. Pero esta descripción es tan fiable como la que haría un conductor de un transeúnte justo después de atropellarlo. De hecho fue como si me hubieran estampado con un matasellos entre ceja y ceja a tío Braulio. Aún así logré ver que tras ese obstáculo redondo y piloso las puertas permanecían abiertas. Así que, en un mismo movimiento, lo aparté con suavidad, le dije ¡lo siento señor! (o tal vez lo siento tío Braulio), e hice un salto olímpico que me permitió entrar en el tren antes de que las puertas se cerraran. Fue una bienvenida aparatosa porque casi me arrancan de cuajo la mochila que cargaba en la espalda y además llevaba tanto impulso que chapoteé en el metàlico suelo del vagón como un niño sobre un charco. Cuando el tren arrancó la gente me miraba algo asustada pero no me importaba nada porque había conseguido alcanzarlo. Me senté intentando recuperar el aliento. Mientras leía el principio de un libro de Bolaño, sonreía y respiraba exageradamente, satisfecho de mi logro.
Al llegar a mi destino estaba tan contento que bajé del convoy y me dirigí a uno de los bancos del andén. Aun quedaban muchos minutos para que empezara la clase de matemáticas y la Universidad estaba al lado de la estación. Así que me senté en el banco y esperé tranquilamente a que llegara el siguiente tren. Quería saborear cada segundo que pasara. Verlo entrar en la estación tan lentamente como había entrado mi tarjeta en la maldita máquina de acceso, esperar a que abriera sus puertas para mirar mi reloj y descubrir, con una sonrisa de orgullo, el tiempo exacto que había ganado.
Rufí

jueves, mayo 10, 2007

El tiempo

No mira,
no escucha,
no habla.

Leer es la única manera de entrenarse
para escribir.
Soñar es la única manera de entrenarse
para vivir.

Cronos está tan afanado en escribirse
que nunca se lee.

Ni huele,
ni respira,
ni siente.

Està tan obsesionado en trabajar que
no existe.


Rufí

lunes, mayo 07, 2007

Escacs

El costum s'imposa a l'instint per comoditat,
però la ruptura del costum no assegura l'encert.
El costum s'ha de desfer de forma efervescent,
per tal que en cada moviment,
no hi hagi un acte reflex
(de genoll amartellat
o de dit flambejat que s'aparta),
sinó un dubte.
Amb el perill evident
que anar sempre contra el costum
per crear pensament
és el pitjor costum que hi ha.

Ru...fí