jueves, agosto 16, 2007

Sin ropa

Y pensar que todo empezó por elegir el programa equivocado. No niego que cuando saqué mi jersey favorito reducido a la mitad, me asusté un poco. Sí, me quedé aturdido un rato, pero luego reflexioné y me di cuenta de que si de verdad quería aquel jersey debía alegrarme por él, porque a partir de entonces ya no tendría que soportar mis fuertes transpiraciones ni correr peligros como acecarse a una taza de café o a una copa de vino. Ahora puede estar colgado relajadamente en mi armario junto a sus amigos, con la seguridad de tener a Polil, el guardian, a escasos centímetros.
Procuro poner juntas las prendas del mismo tipo y tamaño. Claro, yo no hablo su lenguaje, pero sociológicamente es mucho más probable que estén más a gusto así.
Tengo suficiente jabón y suavizante como para darles la infancia que nunca tuvieron. Sin duda, prefiero a los tejanos y a las camisetas por su rebeldía inmadura, pero no discrimino a las blusas ni a las corbatas por muy serias y aburridas que sean o a los impúdicos calzoncillos. Mientras estén conmigo todas vivirán tranquilas, como niñas, protegidas y libres de obligaciones. Una lavadora más y no tendré ropa para salir a la calle.

Rufí